miércoles, 17 de marzo de 2010

Ser árbol en Madrid

y temblar cada vez que las máquinas de las obras se acercan, y sobrevivir al cambio


de adoquines, a la tala anual, al asfaltado de agosto…y a las “buenas” intenciones.


Sí, a las buenas intenciones de los intereses que crecen en la vegetación y en la madera.


Llegan las máquinas y los obreros. Y después de realizar su trabajo se van bajo la sombra de la inconsciencia, a la luz de la indiferencia que se pasea por los transeúntes.


Se van los camiones y nadie se ha dado cuenta de que han desaparecido 20 ó 30 árboles, robustos, del Pº de Recoletos; Toda la fila de la derecha, según se baja de Colón a Cibeles.

Troncos maduros que han sido sustituidos por ramas finas de futuro incierto.

Dejé de ser árbol en Madrid, delante de muchos ojos.




Begoña Montes Zofío

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