y temblar cada vez que las máquinas de las obras se acercan, y sobrevivir al cambio
de adoquines, a la tala anual, al asfaltado de agosto…y a las “buenas” intenciones.
Sí, a las buenas intenciones de los intereses que crecen en la vegetación y en la madera.
Llegan las máquinas y los obreros. Y después de realizar su trabajo se van bajo la sombra de la inconsciencia, a la luz de la indiferencia que se pasea por los transeúntes.
Se van los camiones y nadie se ha dado cuenta de que han desaparecido 20 ó 30 árboles, robustos, del Pº de Recoletos; Toda la fila de la derecha, según se baja de Colón a Cibeles.
Troncos maduros que han sido sustituidos por ramas finas de futuro incierto.
Dejé de ser árbol en Madrid, delante de muchos ojos.
Begoña Montes Zofío
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